- Pirata
Por eso al pirata se le consideró siempre la escoria de los mares, el más bajo escalón de la escala moral. Así, en tiempos de menos matices que los actuales, el que caía en manos de la Justicia, terminaba en la horca.
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- Filibustero y bucanero
Los filibusteros eran ladrones y asesinos, sin otra filiación que dedicarse a eso bajo un nombre que se supone derivado de la antigua palabra freebooter, que significa merodeador.
Los bucaneros tenían origen francés: eran colonos asentados en el Caribe que ahumaban la carne en lugares llamados boucans, y que acabaron dedicándose al más rentable negocio del saqueo y el degüello marítimo.
Ellos convirtieron en nido de piratas la Isla de Tortuga y luego Jamaica, bajo la habitual protección inglesa, siempre cínica e interesada a la hora de saquear los intereses españoles en América, hasta que los chicos malos empezaron a saquear también los suyos. Entonces todo fueron tratados internacionales auspiciados por Londres, campañas contra piratas y patíbulos bien provistos.
Los filibusteros más famosos: Gaston de Raousset-Boulbon (izquierda) y William Walker (derecha). |
- Corsario
Los corsarios clásicos fueron barcos armados y tripulados por particulares que, en tiempo de guerra, estaban autorizados por su Gobierno, con arreglo a estrictas Ordenanzas, para atacar y apresar a naves enemigas, generalmente mercantes, y también para combatir a las embarcaciones piratas. Eran los corsarios, por tanto, auxiliares civiles de las marinas de guerra, y lo hacían por dinero, a cambio del beneficio obtenido por las embarcaciones apresadas y sus cargamentos.
Para esta actividad era necesaria la patente de corso, que sólo autorizaba presas de países con los que la autoridad que expedía la patente se encontrase en guerra, o de barcos fuera de la ley internacional.
Sir Francis Drake, pirata valorado como corsario por Inglaterra y nombrado Sir por Isabel I. |
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